Muchos se han detenido en las afueras del bar “La Ceiba” para observar y tratar de identificar las imágenes que aparecen sobre algunos lienzos enmarcados y ubicados en el muro lateral de este lugar. Y la gente se detiene porque no son simples cuadros, se trata de una exposición de pintura que reúne retratos de personas populares del municipio de La Ceja.
Los personajes que incluye la serie no son inventiva del pintor Carlos Cardona, son personas de carne y hueso que comúnmente encontramos cuando transitamos las calles. Aunque los lienzos permanecen, algunos de los que figuran en los trazos del carboncillo ya no nos acompañan, están muertos.
El pasado lunes 18 de julio se marchó “Chelín”, el payaso más famoso que ha tenido la Ceja. De él, pocos conocen su verdadero nombre, Jesús Antonio Santamaría; pero todos lo reconocen por su nombre artístico. En sus años gloriosos animó toda clase de eventos y festividades sociales, los adultos de ahora rieron con él, muchos tocaron su nariz y algunos usaron sus mocasines.
De Armenia llegó a La Ceja entusiasmado con el canto del tango, tal y como lo hacía permanentemente en esta ciudad; sin embargo, los azares de la vida lo convirtieron en payaso. Sus muñecos de azúcar lo hicieron famoso, igual que sus parodias y fonomímicas.
Con 92 años de edad y complicaciones de su estado de salud (bronconeumonía, problemas de próstata y mal de alzheimer), partió de La Ceja dejando en su último suspiro una recordación para siempre.
“Chelín” está inmortalizado en la obra del pintor Carlos Cardona, al igual que “Chucho guayabas” “Marquitos” y “Champú”, personajes populares que también se fueron.
La exposición del bar La Ceiba los conserva a todos, 23 lienzos que desde hace varios años se convirtieron en un referente cultural del municipio. “Martín”, el embolador de zapatos, “Nariz de Espada” su hermano y a quien Cardona retrató primero, “Rogelio Ríos” el que acompaña todos los entierros, “Pacho Mandados”, “El chonto”, “Fanny” y otros completan la obra artística popular de este pintor.
Los que permanecen, cuentan su propia historia en las calles y avenidas de La Ceja; los que no, tienen un retrato que hablará por ellos en la entrada del bar.
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