miércoles, 23 de marzo de 2011

Drama cotidiano

Hace unos días me encontraba laborando en la sede del programa Fuerza Joven de la Alcaldía de Medellín, cuando me llamó la secretaria de la oficina: “Jaime, un joven que tiene una herida muy profunda en el cuello, quiere hablarte”. Le pedí que de inmediato lo pusiera en contacto con uno de los profesionales del programa. Como no tuve nuevos reportes, supuse que el joven había sido atendido.


Pero cuando terminé algunas tareas y ya salía de la oficina, se me acercó un muchacho y me dijo: “deseo hablar con usted unos minutos”. Descubrí que se trataba de la persona mencionada por la secretaria. Le pregunté si era que no lo habían atendido y me contestó que era conmigo con quien quería hablar.


Me contó que la lesión en el cuello era porque habían intentado estrangularlo; se salvó porque sus atacantes lo creyeron muerto. Luego fue desplazado junto a su madre; ella estaba en ese momento esperándolo muy cerca, sin que a esas horas hubiesen probado bocado. El hombre no negó que perteneciera a un combo y que esa fuera la causa de su situación. Agregó que Acción Social (el programa de la Presidencia de la República) no les reconocía la condición de desplazados porque no fueron víctimas de la guerrilla, sino de una agrupación criminal y que, como tales, no podía prestarles ninguna ayuda. Le ofrecí acompañarlo a la Personería en busca de apoyo pero me explicó que ya había ido y me mostró un documento en el que esa entidad le exigía a Acción Social reconsiderar la determinación.


Lo animé para que se trasladara de inmediato a las oficinas de Acción Social con dicho escrito. Entonces quise saber por qué me había esperado tanto tiempo y me dijo que requería de mi ayuda para ingresar al programa Fuerza Joven. “Yo me retiré del conflicto —me dijo— para poder atender a mi madre que vea como está de enferma, pero nadie me da la mano y no he podido conseguir trabajo, debo velar por la cucha y por eso acudo a usted”. Entonces iniciamos los trámites para su ingreso al programa, como un primer paso para abandonar sus actividades delictivas. Aquí es donde uno se detiene y no entiende como existen personas tan malintencionadas que no reconocen la bondad de un programa que ha sacado a más de 4.800 jóvenes del conflicto y al cual siguen llegando solicitudes de nuevos que quieren abandonarlo.


Narro este drama porque a diario me encuentro con situaciones parecidas, que dan cuenta del rostro cruel que asume la violencia en las comunas de Medellín, que por diversas razones tengo que conocer.


Otro caso tenaz: el de una madre de cuatro hijos, que envía dos al colegio y se hace acompañar de los otros hasta la casa en la que labora como empleada doméstica. Mientras trabaja, los menores la esperan en la calle hasta el final de su jornada, con la que se gana doce mil pesos, recurso único para sobrellevar el hogar. Su esposo fue asesinado porque militaba en otro combo.


También está el caso del papá que despacha a sus dos niños para el colegio con cinco mil pesos que tienen que entregar a un integrante de otro combo para asegurar que los dejará seguir su camino sin causarles daño. En otras situaciones, muchos padres de familia o jóvenes salen de sus casas para cumplir con las diarias ocupaciones, en medio del fragor de las balas. Otros tantos se juegan la vida por defender unos supuestos territorios, unas casas de vicio o unas rentas ilegales, de las cuales solo les queda una exigua cuota que deben entregar al jefe que muchas veces no está presente en el barrio o la comuna, según testimonio de un joven vinculado a un combo: “Uno se hace matar por otros que están en fincas o en lujosos apartamentos y nosotros poniendo el cuero aquí por ellos”.


Esa es la realidad de la cotidiana amenaza con que conviven muchas comunidades, debido al embate de estas agrupaciones. Se trata de vastos núcleos poblacionales cansados de la violencia y que claman por el final de una zozobra extrema. Mientras tanto, continuos ataques a los programas que mitigan el impacto de este conflicto, y una que otra infidelidad a la institucionalidad, de algunos, a los que se le otorga amparo…….. y otras cosas.


COLUMNA DE OPINIÓN

Jaime Fajardo Landaeta

fajardolan@une.net.co

No hay comentarios:

Publicar un comentario