Pero, si además revisamos quienes son los agresores de periodistas, encontramos, con sorpresa, que el propio Estado -encargado de garantizar la vida y honra de los ciudadanos- con cerca de un 40% de los ataques, le gana con creces a los grupos armados ilegales y a la delincuencia común. Depreda a través de funcionarios civiles como alcaldes, concejales, diputados o directivos de institutos descentralizados, incómodos con las denuncias de corrupción o con posturas críticas frente a sus actuaciones; lo hace a través de miembros de la fuerza pública que quiere ocultar sus desmanes tanto en la guerra como durante disturbios urbanos, o lo más grave, su apoyo a grupos armados ilegales.
Comenzamos el año con el asesinato del camarógrafo José Carlos León Barbosa, mientras abrazaba a su novia, en un estadero de Ocaña. A los pocos días, el colega Javier Gómez de Telepetróleo se convirtió en un desplazado por la violencia más, luego que fuera encañonado a pocos metros de la Alcaldía de Barrancabermeja.
Y los dos últimos días de agosto, padecimos una avalancha de agresiones, difícil de asimilar. En Cartagena una turba atacó y lesionó a la periodista Marié Quesada del diario Q’hubo y al conductor, Félix Soto, para manifestar su inconformidad con la muerte de un peligroso criminal durante un enfrentamiento con la policía. Ese mismo día desactivaron una carga de 25 kilos de anfo puesto frente a la sede de la emisora Linda Estéreo de Doncello Caquetá.
Otra manera de silenciar periodistas, es la cancelación del contrato de trabajo o mediante el retiro de la publicidad, en el caso de los periodistas autogestionarios. Caso sorprendente, por el cinismo que expresa, es el del reconocido periodista Germán Mejía Gallo, director de noticias del Canal UNE de Manizales: tras opinar en un programa deportivo sobre la pobre calificación de directivos del Onces Caldas, el 9 junio fue desvinculado de la planta de personal por orden del coordinador nacional del canal, Henry Chávez, quien atendió, solicito, un llamado de Duván Vásquez, directivo del equipo de fútbol.
En La Ceja, Antioquia, el colega Ricardo Bedoya, padeció un cerco económico al noticiero “Informativo del Oriente”, que se emite por la emisora comunitaria Celeste Estéreo, por iniciativa del alcalde, Rubén Darío Bedoya Otálora, molesto con la información independiente que emite: en la segunda semana de junio, no solo retiró la publicidad municipal -a pesar de no haberse ejecutado todo el contrato-, sino que exigió al gerente de “Empresas Públicas de la Ceja E.S.P”, pedir la renuncia al periodista que prestaba una asesoría en comunicaciones, o de lo contrario le declararía la caducidad, que lo inhabilitaría para contratar con el Estado por lo menos durante seis años…
Las cifras oficiales, las del anterior gobierno nacional, no dan cuenta de los casos aquí reseñados, mucho menos de la crisis humanitaria en que trabajamos los periodistas. Todo lo contrario, declararon en foros internacionales el fin de los crímenes de informadores y un ejercicio completamente libre del periodismo en Colombia. Sin embargo, nuestros informes periódico sobre derechos humanos, desde el año 2007, muestran el ascenso de las condiciones de riesgo y grado de amenaza que padecemos los mensajeros de la sociedad: en el año 2007, FECOLPER registró 97 agresiones a periodistas; en el 2008, 112; durante el 2009, 166; y entre enero y agosto del presente año, 139 agresiones, para un total de 514 ataques contra el ejercicio periodístico, en tres años y medio.
Esta situación se agrava, ostensiblemente, por la precariedad laboral de periodistas y comunicadores sociales, y por su desprotección frente al sistema general de seguridad social. Durante el año 2009, FECOLPER realizó una encuesta a 1.162 periodistas –la más grande que haya hecho en Colombia- para determinar su perfil socioeconómico.
De los encuestados, sólo el 29% tiene seguro de vida. Esto significa que el 71% de los periodistas realiza su trabajo, en condiciones que dejan a sus familias en total estado de desprotección. El 31% no hace aportes a pensiones, porque simplemente no tiene recursos para hacerlos. Solo el 36% está afiliado al sistema general de salud, por un empleador dentro de una relación laboral. Y el 69% no está afiliado a ninguna caja de compensación familiar.
Por todas estas razones, es necesario seguir fortaleciendo el proceso organizativo de los periodistas, a pesar de las dificultades que la intolerancia criminal y/o empresarial representan, con la esperanza fundada de que el ciudadano del común, comprensa cómo nuestras condiciones de trabajo determinan la calidad de la información que recibe, y por lo tanto, afectan la decisiones de su día a día.
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